El NUEVO DIARIO, REDACCIÓN DEPORTES.- El japonés Ichiro Suzuki realizó récords impresionantes en su paso en las Grandes Ligas, que lo ayudaron en marcar su nombre en la historia.
Récord de 262 hits en una sola temporada (2004), el más alto en la historia moderna, una racha de 10 temporadas consecutivas de 200 hits, además de que sumando sus números en Japón y Estados Unidos superó los 4,300 hits y que aunque empezó de forma profesional a jugar con 27 años consiguió 10 Guantes de Oro y 10 All-Star Games (no un hito, pero se destaca), y otros méritos inigualables.
Esto y más lo ayudó al alcanzar este domingo la exaltación al Salón de la Fama de Cooperstown, y además siendo protagonistas del evento con un discurso memorable, totalmente en inglés, a pesar de que en sus 19 temporadas utilizaba el idioma.
Se recuerda que el idioma y otros temas fueron barreras que Suzuki tuvo que romper. Cuando llegó a las Grandes Ligas, no hablaba inglés y enfrentó escepticismo por su contextura delgada y su origen. Sin embargo, se ganó el respeto de compañeros, entrenadores y rivales gracias a su ética de trabajo, precisión en el bateo y una defensa impecable en el jardín derecho.
En la ceremonia, las banderas de Japón ondeaban entre las multitudes. Decenas de seguidores nipones y estadounidenses que portaban el número 51 con orgullo, demostrando que Ichiro no pertenece a un solo país y que su figura es global y su legado compartido.
“El béisbol me enseñó lo que es ser un profesional. Creo que ése es el principal motivo por el que estoy aquí hoy, no porque mis habilidades sean mayores que las de otros. No pude haber logrado todos esos números que los escritores reconocieron sin la atención a los pequeños detalles todos los días, de manera consistente, durante cada una de esas 19 temporadas. Mírenme. Mido cinco pies con 11 pulgadas y peso 170 libras”, expresó.
Suzuki, quien recibió el 99.7 % de los votos en su primer año de elegibilidad, agradeció a sus padres, entrenadores y aficionados, diciendo que él viéndolo le ha dado más de lo que imagino, ya que le entregó propósito, disciplina, dolor y belleza.
“Las primeras dos veces, fue más fácil manejar las emociones, porque mi meta siempre fue clara: Jugar a nivel profesional al más alto nivel (…) Esta vez, es tan diferente, porque como niño, nunca pude haber imaginado que mi camino me llevaría a un lugar sagrado del béisbol que yo ni siquiera sabía que estaba aquí”, comentó.